Dejé todo
By Valeria | From : Guatemala | School : Hollywood Hills High SchoolHola, mi nombre es Valeria Santis, y mi historia fue difícil. Dejar a mi mamá en otro país fue lo más duro de toda mi historia. Dejar a mis hermanos mayores, familia, amigos y toda una vida en Guatemala fue muy difícil para mí, y ahora mi llegada fue aún más dura. Fue un 13 de febrero de 2024. Primero pasé por un departamento de Guatemala llamado Petén. Llegamos con mi papá para descansar porque al día siguiente salimos temprano hacia otro lugar llamado La Ceiba, que también está en Guatemala. Y ahí vino el primer problema: en mi propio país sufrimos discriminación. Pararon el bus en el que veníamos, nos amenazaron y nos dijeron que les diéramos todo lo que teníamos. Yo llevaba un peluche que mi mamá me dio como último regalo antes de venir. Afortunadamente, lo que mis hermanos me dieron no me lo quitaron. Me dolió mucho ver cómo tenían a mi papá con una pistola en la cabeza y no poder hacer nada, ver su cara asustada, pensando que me iba a pasar algo a mí, y él no poder hacer nada. Yo solo le decía que yo estaba bien, que no me iban a hacer nada, y eso lo dejó más tranquilo.
Luego de eso, nos llevaron a un hotel donde ya estábamos tranquilos, y estuvimos una noche. Al día siguiente, salimos de ahí y nos llevaron a la frontera de Guatemala con México, que se llama Tapachula. Desde ahí nos cruzaron en algo que se llama lancha, y cruzamos en menos de 20 minutos. Luego estuvimos en un lugar lleno de árboles, muy bonito. Pero en ese momento, solo me fui a sentar y comencé a pensar en que quería irme con mi mamá y no estar pasando todo lo que estaba viviendo. La llamé, y escucharla llorar me dolió más. Corrí a los brazos de mi papá y le dije: “¿por qué no puedo estar con mi mamá?”. Él me respondió que era una decisión de los dos para un mejor futuro para mí. Solo oraba mucho a Dios para que, en lo que nos quedaba, no nos pasara nada. Estuvimos dos horas y luego nos subieron a un camión. Ahí mi papá hizo unos amigos, y mientras íbamos en el camino, que fueron tres horas parados, estuve pensando y llorando del dolor que sentía en ese momento. Luego nos subieron a un carro donde nos llevaron a una casa. Según los encargados de nosotros, nos dijeron que nos iríamos hasta el día siguiente. Dijimos “bueno”, pero luego nos llamaron y nos dijeron que alistáramos nuestras cosas porque nos íbamos. Nos llevaron a 150 por hora.
Nos subieron a unos carros donde me dio mucho miedo porque los que nos estaban cruzando dijeron que nos iban a matar. Yo solo grité: “¡Mi mamá, no me quiero morir!”. Los que nos cruzaron me dijeron: “No, mi niña, nosotros nos vamos a encargar de que no les pase nada y vas a ver a tu mamá otra vez, tranquila”. Al final, no había nada ni nadie, solo fue el susto de escuchar eso. Luego llegamos a Cancún, salimos a conocer y todo estaba muy lindo, pero llegó el tiempo donde me desesperé. Yo sufro de ansiedad, y escuchaba que todos se iban y nosotros no. Mi tía llamó a mi papá y le dijo: “Encontré dos boletos para que se vayan hoy mismo”. Nos arreglamos y nos fuimos. El coyote se hizo amigo de mi papá y le dio dinero por si algo nos llegaba a pasar. Luego llegamos a Tijuana, estuvimos un día allí, dormimos, y al día siguiente ya nos estaban llevando a la frontera de México con Estados Unidos. Caminamos dos horas al principio, y luego nos cruzaron y nos dijeron que nos fuéramos para abajo. Cuando íbamos a entregarnos a la policía de migración, nos dijeron: “Lamento decirles que no es aquí”. Pensamos que solo subíamos y ya iba a ser ahí. Al final, caminé seis horas. Si no me doblaba el pie, seguía caminando. Mi papá caminó 10 horas en total. No teníamos ni agua, y yo me estaba deshidratando mucho.
Luego pasamos día y medio en la hielera, como le dicen, y después nos llamaron. Ya estábamos en Estados Unidos. Compramos un boleto de avión y ya estábamos aquí.
Ahora, cuando llegué aquí, me sentía extraña. Nunca en mi vida pensé estar en un país totalmente diferente, que no sabía cómo era la cultura ni cómo se manejaban las cosas aquí, y sentía miedo. Estuve triste mucho tiempo cuando intentaba adaptarme a todo. Luego, mi papá estuvo buscando muchas escuelas y encontró esta. Desde la primera vez que la vi, me encantó, y le dije a mi papá que quería que fuera esta. El primer día de clases lloré, me dio mucha ansiedad y no sabía qué iba a hacer sin conocer nada ni a nadie. El primer día fue muy difícil para mí, y me sentía sola. Pero luego me acerqué a unas niñas, y ellas, muy lindas, me dijeron que si queríamos ser amigas.
Después, pasaron los meses hasta que me adapté a todo. Me costó mucho, pero poco a poco me fui sintiendo más cómoda con todos, y hoy en día puedo decir que estoy feliz y que conseguí unas grandes amigas.
Luego fui conociendo más gente y me sentía más cómoda. Saber que aquí tengo familia me hace sentir como si estuviera en mi país, pero eso no quita que extrañe a mi mamá y a mis hermanos. Al día de hoy, sigo llorando por ellos porque estas fechas son las más duras para mí. Después de 15 años, será mi primera Navidad lejos de mi mamá y mis hermanos, y me cuesta asimilar eso todavía. Pero tengo una familia que me hará sentir cómoda, y sé que ellos harán que estas fechas sean buenas para mí.
Ahora puedo decir que cada día cumplo una meta más, y ver a mis papás felices y orgullosos de mí me hace sentir bien, porque fue a lo que vine: cumplir mi meta y cumplir una promesa que prometí hace 5 años. Sé que lo voy a lograr, poco a poco.
En Guatemala hay demasiadas cosas diferentes. En Guatemala teníamos celebraciones que aquí no tenemos, y es raro para mí, porque las fechas de celebraciones allá, aquí son como un día común y corriente. Para mí, es raro, porque estaba acostumbrada a todo eso. La comida también es muy diferente. Otra cosa que no me acostumbro es que en Guatemala, para estas fechas, ya no estábamos estudiando. A mediados de octubre ya estábamos en exámenes finales, listos para irnos de vacaciones, y aquí en tercer básico no se gradúa uno, pero en Guatemala sí nos graduamos en tercer básico y en quinto bachillerato, y aquí no. Realmente, solo eso es lo diferente.
He mejorado esforzándome cada día más, y me lo he propuesto. Lo estoy logrando poco a poco, y sé que mi meta se va a lograr. Cueste lo que cueste, lo voy a lograr.
Mi meta es hacer sentir orgullosos a mis papás, y no solo a ellos, sino también sentirme orgullosa de mí misma. Mi meta principal es graduarme de la escuela. Otra meta es graduarme de la universidad, poder decir “lo logré”, y obtener mi doctorado especializado en pediatría. También quiero comprar mi casa y mi carro, la casa y el carro de mis sueños, y llegar muy lejos como persona. Podré ayudar a mis papás y agradecerles con mi trabajo por todo lo que hicieron por mí. Me convertiré en una niña independiente y llena de metas. Sé que si estoy aquí en Estados Unidos es por algo, y ese algo es cumplir mis metas y llegar a ellas tranquilamente y felizmente, y poder escuchar a mis papás decir: “Mi hija lo logró después de tanto que pasó”.
Para mi futuro, quiero tener mi clínica y poder ayudar a muchos niños. Quiero sanarlos, porque nada me haría más feliz que hacer eso por los niños que lo necesitan. Amo ayudar a niños que no pueden o cuyos papás no pueden pagar una consulta. Ayudarlos a ellos también, porque no solo los que tienen dinero deben recibir atención médica. Hay niños que también necesitan que se cuide su salud, y si yo puedo, voy a hacer hasta lo imposible para ayudarlos. Y poder decirle a esa niña de 5 años: “Lo logramos, y lo seguiremos logrando”.