Sorry

Un Viaje de Lucha y Esperanza

By Meliza  |   From : Cuba  |   School : Mariner High School

         Me llamo Meliza , nací en Cuba, tierra de sol y de alma fuerte. Desde pequeña aprendí que la vida no siempre es justa, pero también que el amor y la esperanza pueden sostenernos incluso en los momentos más oscuros.

A los 11 años, el destino me puso a prueba cuando tuve que enfrentar la pérdida de mi papá de crianza, el único hombre al que llamé “papá” con todo mi corazón. Su partida dejó un vacío inmenso en mí, un dolor que aún siento latir dentro. Al mismo tiempo, la distancia me separó de mi mamá, quien estaba en Estados Unidos buscando un futuro mejor para ambas. Me quedé en Cuba, con mi abuela, aprendiendo a caminar por la vida sin la guía de quienes más amaba. En silencio, enfrenté mis miedos, mis dudas y mis heridas, sin querer preocupar a mi mamá con lo que pasaba en mi mundo.

Crecí sola, moldeada por las circunstancias, obligada a descubrir por mí misma qué era bueno y qué era malo. Hubo momentos en los que sentí que me perdía, que el peso de la soledad me hundía, pero dentro de mí siempre ardió una chispa de esperanza.

 Y fue esa esperanza la que me llevó, con 16 años, a cumplir el sueño que durante tanto tiempo había esperado: reencontrarme con mi mamá y empezar una nueva vida en Estados Unidos.

Al principio, todo parecía ir bien. Pero pronto descubrí que el camino no sería fácil. La escuela se convirtió en una batalla diaria, no por falta de ganas, sino por el idioma, por las miradas de quienes me hacían sentir menos, por la discriminación que muchos creen que no duele, pero que hiere como un cuchillo en el alma. Me frustraba no entender, no avanzar, sentirme atrapada en un mundo que parecía no querer aceptarme.

Aún hoy, sigo luchando con ese sentimiento de no pertenecer. Hay días en los que las lágrimas escapan sin pedir permiso, en los que extraño a mi familia en Cuba con cada latido de mi corazón. Mis abuelos, que me dieron todo su amor, me necesitan tanto como yo a ellos, y eso me da fuerzas para no rendirme.

Desde niña aprendí el significado del rechazo. La familia de mi padre biológico nunca me aceptó. No creían que él pudiera tener hijos, y mi existencia fue una sorpresa que no quisieron recibir con amor. Sólo cuando nací, y vieron en mí su reflejo, entendieron el daño que habían hecho. Pero el tiempo no borra las heridas, y nunca llegué a sentir un lazo con ellos. Mi padre, un hombre americano al que nunca conocí, falleció cuando yo tenía apenas tres meses. Su ausencia dejó un vacío, pero no fue él quien llenó mis días, sino el hombre que Dios puso en mi camino cuando tenía solo dos años.

Él me crió, me dio amor y una familia incondicional. Me enseñó lo que significa ser padre con su amor infinito, con su apoyo inquebrantable. Aunque la vida me lo arrebató hace seis años, su huella sigue viva en mí. Cada día lo extraño, cada día su ausencia pesa, pero sé que desde el cielo me cuida, como siempre lo hizo en vida.

Hoy, en medio de mis batallas, tengo una luz que me acompaña. Mi novio ha sido un regalo en mi vida, sin siquiera saberlo ha llenado mis días de amor y fortaleza. Es una de las razones por las que sonrío, por las que sigo adelante. Ha ganado su lugar en mi corazón y en mi familia, y espero que el destino nos permita caminar juntos hasta el final.

A pesar de todo, doy gracias a Dios. Cada prueba, cada lágrima, cada pérdida me ha convertido en quien soy. He aprendido que las respuestas no siempre llegan cuando las queremos, pero llegan en el momento justo. Esta es mi historia, una historia de lucha, de amor y de esperanza.

Porque aunque la vida me ha puesto desafíos, sigo aquí, con la cabeza en alto, lista para seguir adelante.



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