Sorry

Nací hace 16 años en el calor vibrante de la República Dominicana, donde el sol besa la piel y el ritmo del merengue parece surgir del suelo mismo. Me crié rodeada de risas familiares, comidas con muchísimo sabor y el cariño de mi abuelo, mi primer gran amor. Su despedida, a los cuatro años, dejó un vacío que aún hoy duele. Aunque era muy pequeña, su memoria sigue viva en mí. 

Con mi papá siempre he tenido una conexión especial, es alguien con quien me siento segura, escuchada y comprendida. Nuestra relación ha sido una constante en mi vida, aunque todo lo demás cambiará. Con mi mamá, las cosas fueron un poco complicadas, la amo, pero no siempre nos entendemos. Hace algunos meses, nuestras vidas tomaron rumbos distintos —no por elección, sino porque me mudé a Estados Unidos con mi papá. Desde entonces, ya no vivimos juntas, y esa distancia física a veces también se siente emocional.

Venir a Boston para vivir ha sido un giro muy grande. Dejé mi hogar, mi manera de ser, mi gente. Reemplacé el calor del Caribe por estaciones marcadas y un nuevo lenguaje que todavía estoy aprendiendo. No ha sido fácil, pero aprendí mucho. Estoy creciendo, aprendiendo nuevas cosas de mí, acostumbrándome poco a poco a esta nueva etapa.

En medio de toda la dificultad, llegó a mi vida alguien especial. Estoy en una relación desde hace cinco meses con alguien que me hace muy feliz. Con él me siento calmada, acompañada, y con una alegría auténtica. Es un vínculo bonito, basado en el amor y el respeto. Ha sido un regalo en medio de todo los cambios, y me hace sentir agradecida cada momento.

Mi vida está llena de momentos difíciles, pero la vida también tiene momentos de mucha fuerza. He perdido, cambiado, pero sobretodo aprendido. Aunque todavía estoy descubriendo quién soy, sé que todo lo que he vivido en mi vida me está creando. Esta es solamente la primera parte de mi vida, y lo mejor todavía está en camino.